lunes, 13 de febrero de 2012


Como si toda la ropa me la hubiera puesto al revés, tuve que deshacerme de cada prenda para dejar de ver las costuras, las imperfecciones, para volver a la tranquilidad. Una pesadilla; cuadros de goya en todas las paredes, fotos de asesinos en serie, todos los aprendices de violin desafinando en mi balcón, instantes en los que se camina intentando huir, gritos que no salen de la garganta, persecuciones feroces, los ojos de mi abuelo brillantes, el entrecejo de mi madre, el delirium tremens de mi padre, mi hermano dormitando y hablando en lenguas extrañas, al revés, la caída de todos los dientes, la lengua palpando la encía, mis manos sosteniendo cada caída, un cenicero lleno de colillas a la izquierda de mi cama, un estar despierto sin querer estar despierto, un ir y venir de una pesadilla a otra, un bus, un asiento, yo en el asiento, en el pasillo, sin poder salir del bus, un bus que no llega, que amenaza con llegar y no llega, el aire acondicionado, todo cerrado, las ventanas selladas, un ascensor detenido sin alarma de pánico, tu olvido.

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